domingo, 25 de enero de 2009

LA ÚLTIMA CARAVANA - RAÚL ARGEMÍ



Reseña realizada por Angi Sansón


Titulo: La última caravana.
Autor: Raúl Argemí.
Editorial: Edebé.
ISBN: 978-84-236-2984-2.
Número de páginas: 304.

Raúl Argemí, nació en La Plata, Argentina. Empezó dedicándose a las artes escénicas como autor y director teatral. Más tarde participó en la lucha armada y vivió en la clandestinidad hasta ser detenido en 1974. Diez años más tarde recuperó su libertad tras el regreso de los gobiernos democráticos. Reanuda su actividad periodística y se traslada a la Patagonia donde queda atrapado por su belleza. La mayoría de sus novelas transcurren en esos parajes. En el año 2000 viene a España y su carrera de escritor da un salto convirtiéndose en una de las principales voces de la novela negra hispánica y le empiezan a llegar los premios y las traducciones en todos los países de Europa.

Laura llega a la ciudad patagónica de Fiske Menuco en busca de su padre. Roque Perez, al que cree amigo de su padre, le contará la aventura de un extraño partido, los detalles del robo a un banco y los pormenores de un grupo de ex presos políticos, prostitutas, ancianos jubilados… que van camino hacia la nada: la última caravana.

Cuando este libro llego a mis manos una amiga me dijo, mientras examinaba la portada: “parece fácil”.Quizá pensó que era una segunda versión de Marco, el niño italiano “en busca de su mamá”. A medida que leyendo me iba acordando de mi amiga; ¡cómo pudo decir que era fácil! Sin embargo, tuve que darle parte de razón a medida que iba avanzando en su lectura.

El contexto político y social de la historia de Raúl Argemí es convulso: el desempleo, la inseguridad en las calles, el endeudamiento de Argentina y la creación de la ley de convertibilidad (1 peso=1 dólar) para llegar finalmente al corralito, la bancarización de la economía que prohibió a la población sacar su dinero de los bancos. El estado de desesperanza que se vivió también “tocó” al autor que tardó más de una década en escribir esta novela porque dolía rememorar lo vivido.

En las primeras páginas quise ver el corazón del relato, meterme en él. Pero fue sólo cuando me relajé y me dejé llevar por la fantasía del autor y cogí la mano de cada uno de sus entrañables y tiernos personajes, cuando fluí por su historia y la disfruté.

Raúl Argemí ha creado un grupo pintoresco, digna de vodevil, atrapada en unas circunstancias sociales y políticas verdaderamente terribles. Pero, a la vez, ha creado unos personajes “con capacidad para crear cosas y para ilusionarse”. Da un salto y nos coloca en una realidad paralela, menos agresiva aunque igual de dolorosa. Sólo el humor consigue paliar el horror de todo aquello, aunque el humor en ocasiones sea negro.

El libro se inicia con la búsqueda de Laura. La Calesita, nuestro tiovivo, fue allí el incesante traslado de empleados del Estado de un destino a otro, siempre a lugares lejanos, que lleva a Roque Perez (si alguna vez se llamó así) a la ciudad de Fiske Menuco. Es allí donde Laura lo encuentra -y con esto no estoy desvelando nada-. A través de la conversación que ellos mantienen, Laura y los lectores nos adentramos en una historia que altera la realidad porque la explica “no con el espejo del realismo, sino con un espejo deformado”.

En su lectura tomamos contacto con un “absurdo” partido político que haga realidad las banderas de la Revolución Francesa: justicia y fraternidad. Pero no igualdad, porque “los que llegan al poder terminan por tener un modelo en la cabeza, y amputan con el hacha todo lo que te sobre para ser igual”. Bajo el abanico de este peculiar partido político planean robar un banco que cambia continuamente de nombre y de dueños y que, por norma general, tiene cerradas sus puertas. El objetivo es conseguir dinero para la revolución.

Aparecen personajes como Billy Hinostroza, astro del rocanroll de vocación, pero militante de corazón que estuvo en la cárcel y que ahora esconde su calvicie con una peluca. Sosita, que tiene tres meses de su vida en blanco y no sabe qué fue durante ese tiempo, un delator, un torturador o un torturado. Santos Inoc, cartonero que tuvo su momento de gloria cuando militaba y cuando estuvo en la cárcel. Amanda, ex presa, sufrida comunista o monja misionera. Marcelina, mi personaje preferido, de aparición breve pero que me caló hondo.

En una época de sequía económica, todos ellos tienen como plato del día y de subsistencia el patefuá (que es hígado de vaca, pero que recomiendo la lectura de las páginas 55-57, donde Raúl Argemí lo explica con todo lujo de detalles), acompañado del mate (infusión de yerba depurativa que se bebe en un recipiente llamado mate, de ahí el nombre).

Pero hay más personajes: los jubilados, entrañables personas que se ilusionan con la posibilidad de una vida mejor en el Polo Somuncurá; el hombre del bar, optimista delirante; el inventor de pesólar (un peso igual a un dólar); Pentrelli, sindicalista al que la Calesita lo trastocó porque nunca sabía dónde estaban sus afiliados; Tito, el que inventó el “absurdo” partido político y el robo al banco. Y no nos olvidemos de las oblatas, habitantes de un convento de monjas que son putas en ejercicio y cantantes de coro.

Una historia delirante que te deja con una sonrisa de regusto amargo. Una historia que transcurre en medio de una crisis que a nosotros tendría que sonarnos por el momento en que vivimos.
Si la vida es tango, hay que darle milonga. Porque por dura que sea la realidad siempre nos quedará la posibilidad de soñar, de imaginar, y eso no nos lo pueden quitar de ninguna manera.
Al fin y al cabo, yo también creo en el Polo Somuncurá, aunque todavía lo estoy buscando.

Para terminar, nada mejor que un fragmento de “Otro cantar”, de la Murga de Bolsón, que acudió en el año 2005 al VI encuentro regional de murgas en Fiske Menuco:

Dicen que soñando no se hace un país
Aseguran que tenemos confiscado el porvenir,
Ojalá que al fin nos demos cuenta
Que si la esperanza aumenta, el futuro va a cambiar…

No hay que hacerle caso a los ratis del dolor,
Los que sacan su tajada cuando está peor,
Los que lucran con total cinismo
Siembran miedo y consumismo, y secan tu corazón…

1 comentario:

Errea dijo...

Celia, cuando me encuentro con lectores como vos vuelvo a saber por qué vale la pena escribir.
Y es curioso, pero si yo tuviera que elegir un personaje, el que más me tocó más el alma, también nombraría a Marcelina.
Esa es una de las cosas que tiene escribir, que de tanto en tanto uno se convierte en el muñeco de ventrílocuo de personajes que pedían que les abrieran la puerta para salir a jugar. Entonces, aunque parezca poco racional, uno ve esos personajes como ajenos, como personas que esperaban su turno.
Y bien, gracias por leerme.
Raúl Argemí