martes, 17 de febrero de 2009

LA CAZA - CLIVE CUSSLER.


Reseña realizada por Pilar Alonso.

LA CAZA – CLIVE CUSSLER.
Editorial: Plaza & Janés.
ISBN: 978-84-01-33697-3.
413 páginas.


En un momento en el que el panorama literario parece saturado de obras dedicadas a las grandes conspiraciones, evangelios secretos y misterios templarios, resulta refrescante encontrar una novela muy alejada de esos temas, un western para más señas.

Clive Cussler, un aventurero donde los haya, que se dedica a buscar barcos y aviones de importancia histórica, nos deleita en esta ocasión con una novela ambientada a comienzos del siglo XX, en la que un ladrón de bancos, que se dedica a asesinar a todos los testigos antes de hacerse con el botín, ha logrado despistar a todas las fuerzas de seguridad. La Agencia de Detectives Van Dorn, réplica de la famosa Agencia de Detectives Pinkerton creada a mediados del XIX, recibe el encargo del Gobierno de Estados Unidos de atrapar al asesino. Y la Agencia pone en ello a su mejor agente: Isaac Bell. A partir de ese momento, todos los recursos serán pocos para cazar al hombre más buscado de América.

Tal vez esta novela no pueda enmarcarse en el western más típico. Estamos en el primer lustro del siglo XX, el ferrocarril está más que extendido (ya casi nadie huye a caballo), han entrado en escena los primeros automóviles capaces de superar los cien kilómetros por hora e incluso las primeras cámaras fotográficas capaces de captar instantáneas sin excesivo esfuerzo. Esos “adelantos” contribuyen a que la historia se aleje un poco de aquellos forajidos a caballo que cruzaban los polvorientos pueblos tras cometer sus atracos, disparando al aire sus Colt y lanzando gritos de triunfo mientras eran perseguidos por el sheriff y sus ayudantes.

Y aún así es evidente que la novela se enmarca dentro del género, con la mayoría de sus ingredientes: atracos, disparos, persecuciones de infarto... El autor ha sabido recrear la atmósfera de los pueblos mineros y de las grandes ciudades, como San Francisco. Su conocimiento sobre automóviles antiguos (la colección del autor es de las más famosas del mundo) es impecable. Las costumbres, los locales de moda, el vestuario... todo está cuidado con esmero, creando una atmósfera de la que resulta muy difícil sustraerse.

Y, como colofón, el terremoto de San Francisco de 1906, recreado hasta el detalle, con un Jack London recabando información o un Enrico Caruso huyendo de la ciudad destruida.

La novela, además, cuenta con algunas anécdotas históricas interesantes y detalles cotidianos bastante originales. Me van a permitir uno de ellos. Isaac Bell, el detective, está en un establecimiento y se detiene a leer una placa donde figuran las normas. Estarán de acuerdo conmigo en que no tienen desperdicio. Que cada cual extraiga sus propias conclusiones:

No disparen contra el pianista, lo hace lo mejor que sabe.
No se permiten caballos en los pisos superiores.
No más de cinco personas por cama.
El local dispone de servicios funerarios.
Camas, 50 céntimos; con sábanas, 75 céntimos.

Para terminar, sólo me queda decir que, a pesar de que la trama puede resultar un poco simplona en ocasiones, también es cierto que, a veces, para contar una buena historia no son necesarias excesivas florituras y que, en este caso, funciona más que bien. Las dosis justas de intriga y acción, añadidas a un ritmo en ocasiones trepidante, consiguen absorber por completo al lector y lanzarlo de cabeza a un mundo que muchos creíamos muerto para siempre.

Con este libro, Clive Cussler ha resucitado el western. Ojalá que otros muchos sigan su ejemplo.


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