martes, 20 de enero de 2009

ENTREVISTA A IGNACIO GARCÍA - VALIÑO

Entrevista realizada por Angi Sansón.


Ignacio García-Valiño, psicólogo y escritor nos ha dado una herramienta maravillosa para pensar; su última novela, “El corazón de la materia”. Hablar de ciencia o de búsqueda del conocimiento, resultan términos algo pesados en comparación a la facilidad con la que se lee su novela.

Del maltrato infantil con “
Querido Caín” nos sumergimos con su novela en el mundo de la ciencia y la pseudociencia, un salto considerable. ¿Por qué o cómo surge la idea?

Hace muchos años perdí a una buena amiga. Se quitó la vida. Al principio nos resistíamos a creer que fuera un suicidio, nos aferramos a la teoría del accidente. Esto me hizo darme cuenta de cómo el miedo nos pone una venda en los ojos. Esta experiencia fue el detonante de “El corazón de la materia”. Lucas Frías busca una explicación alternativa al suicidio de Elena. Y la explicación alternativa le lleva al lado oscuro de la ciencia y al lado oscuro de la mente.

Pseudociencia, ¿qué es exactamente o cómo la definiríamos en contraposición a la “verdadera” ciencia”

Pseudociencia viene del griego y su traducción literal es ‘falsa ciencia’. Es un conjunto de supuestos conocimientos, metodologías, prácticas o creencias no científicas
pero que reclaman ser consideradas científicas. Mario Bunge la define como un montón de patrañas que se vende como ciencia. Una lista: la astrología, la grafología, la parapsicología, el psicoanálisis. Los escépticos creemos que no son sólo erróneas, sino perjudiciales para la salud psíquica.[ ]

Inicia su novela con la muerte de Elena en lo que usted denomina como un suicidio blanqueado. El suicidio deja muchas incógnitas, es cierto ¿por eso arranca así la aventura de Lucas Frías?

Necesitaba un detonante argumental fuerte para que un hombre tan racional y escéptico se viera arrastrado a la tentación de lo paranormal. La posibilidad del suicidio es una hipótesis que le produce una mezcla de horror y culpabilidad. Mi protagonista, el físico de partículas, se parece a un cirujano eminente que, desesperado porque su hijo padece un cáncer terminal, comienza a llevarlo por el oscuro mundo de los curanderos.

La búsqueda de las causas que llevaron a Elena a morir lleva al protagonista y a nosotros, los lectores, a Chile. De hecho, la acción se centra en esos parajes, ¿qué tiene Chile o por qué escogió ese país?

“El corazón de la materia” es una novela de itinerarios y Chile es un país de violentos contrastes. Tiene el desierto de Atacama, para esa travesía interior del protagonista, en su crisis vital, y tiene la cordillera Andina, las cumbres australes, y una ciudad, Santiago, que es la más europea de América Latina. Me fascina este país y los chilenos son muy semejantes a nosotros.


Por curiosidad, ¿es usted montañista? Porque define a la perfección la escalada y me dejó parada el “efecto de Broken”, que tuve que buscar y que se encuentra en Internet con fotografías incluidas.

No practico el alpinismo técnico, pero admiro a quienes se enfrentan a solas con la montaña, y he hablado con algunos alpinistas para documentarme. El efecto de Broken es ciertamente el espejismo de los alpinistas. Se ve proyectada en la niebla una imagen que parece un fantasma en medio de un aura luminosa. Por supuesto, es un efecto atmosférico –lo que vemos es la sombra de uno mismo-, pero me sirve como metáfora de esas experiencias que uno interpreta como sobrenaturales, y que en realidad tienen una explicación racional.

Videncia, ¿engaña-bobos? ¿necesidad de creer en algo que nos reconforte?

Los videntes se aprovechan de la incertidumbre de la gente, de su desorientación y de su credulidad. Ahora, en tiempos de crisis, cuando ya nadie se fía de la economía, y sus pronósticos, y el futuro de la bolsa es inextricable, los videntes hacen mucho negocio. Pero no sólo nos videntes nos engañan. Basta encender la radio para escuchar todo tipo de anuncios de crecepelo “clínicamente testados”. Esta clase de afirmación “clínicamente testado”, parece bastar para dar el pego.

Pasemos a la religión, ¿parecido a la videncia? “La religión católica nos infantiliza y nos convierte en seres sumisos, incapaces de pensar por nosotros mismos”, supongo que la católica y, en general, todas las religiones, ¿no?

Yo creo que en todos nosotros hay una pugna entre la fe y la razón. Las personas religiosas tienen crisis de fe y las personas escépticas tienen crisis de escepticismo, en las que se preguntan, como mi personaje, si no están miopes ante una realidad sobrenatural que tantas personas aseguran percibir. Lucas indaga qué pueda haber de cierto en este tipo de experiencias.
Desde mi modesto punto de vista, tanto las religiones orientales como las occidentales adormecen el sentido crítico, aunque excepcionalmente han dado al mundo algunos sabios. No obstante, yo suelo decir que Dios es una pregunta sin respuesta. No hay argumentos sólidos para probar su inexistencia, ni mucho menos su existencia. Me refiero, claro, a un Dios que nada tiene que ver con ese dios fiscalizador de la religión católica, amante de la castidad humana por encima de todo, y contrario al uso de anticonceptivos, o de la fecundación in Vitro, je, je. Ese dios antropomórfico ni merece consideración. Me interesa más una visión de Dios como una “conciencia cósmica” que originara el Big bang, una inteligencia invisible de la que emanara toda la energía, en plan panteísta. Dudo mucho que ese Dios exista, pero al menos este planteo me merece mucho más interés.

La presencia de extraterrestres es una constante desde hace tiempo, la ciencia ha rebatido hasta ahora todo ello, pero, ¿Hay vida fuera de nuestro planeta?

Tiene gracia que me lo pregunte a mí, y no a un astrobiólogo. Agustín Sánchez Lavega, uno de los que más saben sobre astrobiología en España, afirma que aún no hay un solo indicio de vida extraterrestre (ni siquiera un fósil bacteriano). Ni los radiotelescopios más sensibles, ni los telescopios ópticos espaciales, ni las sondas espaciales (la Pioneer 10, ni las Voyager I y II) han dado señales de vida hasta el momento. Ahora los esfuerzos se centran en encontrar planetas susceptibles de albergarla.

La muerte, las momias chinchorro, vida más allá de esta vida. Pensar que todo queda en esto es desolador, pero pensar que existe algo más allá, resulta improbable (a no ser que seas creyente), así que… ¿con qué nos quedamos?

Como dijo el gran físico R. Feynman, quedémonos con la maravillosa belleza de todo cuanto nos rodea, de este universo que nos acoge, y de las leyes que lo rigen. ¿No es suficiente? Yo añadiría que la mente humana también es algo absolutamente fascinante, y nos permite emociones excelsas como el amor o la felicidad. ¿Para qué necesitamos angelotes y querubines, espíritus y ectoplasmas?

El personaje de Gema Laguna es un guiño al misterio, a lo fantasmagórico y más allá de eso, es un personaje que en dos páginas resulta redondo, ¿por qué esa aparición, nunca mejor dicho?

Gema Laguna es una persona real, una gran amiga mía escéptica con todo lo sobrenatural que ha presenciado una curación milagrosa, que dejó absolutamente perplejo a los médicos especialistas, cuando la medicina ya no ofrecía solución alguna. No podemos olvidar que hay personas que gozan de absoluta credibilidad y que han vivido experiencias (apariciones, milagros, etc) para las que no tenemos ninguna explicación. Eso no significa que no exista explicación. A mí me encantan estos “milagros”, no creo en ellos, pero me maravillan, porque aportan ciertos argumentos a favor de la fe. Que la gente ve apariciones, de eso no cabe la menor duda.

Vayamos a otros conceptos que aborda en la novela: la telequinesia (la levitación Balducchi, que también tuve que buscar en internet), la telepatía, el esoterismo… la posición del protagonista, Lucas Frias, es de duda, ¿la de Ignacio García-Valiño?

Uno aprende mucho sobre los trucos que utilizan los “dotados psíquicos” (eufemismo de embaucadores). Todo lo que he podido investigar sobre los fenómenos psíquicos paranormales, para escribir sobre ello, me ha llevado a la conclusión de que son falsos, de que no existen tales poderes. Cuando empecé la novela no lo tenía tan claro, pero en los años de su elaboración –he acudido a videntes, curanderos y hasta a un mentalista- he hecho mi propio “viaje mental” hacia el escepticismo activo. Ha sido una experiencia muy constructiva. De hecho, me he acabado asociando a Círculo Escéptico, una organización que funciona básicamente en la plataforma de Internet.

Hablando de Lucas Frías, el protagonista, ¿el nombre ha sido elegido en honor al presidente del círculo escéptico, Fernando L. Frías, o es sólo una casualidad?

Me hace gracia esta pregunta, porque del nombre del presidente de C.E. me enteré hace un par de meses, cuando mi novela ya estaba en circulación, y también me chocó, pero es por nuestra natural propensión a ver coincidencias incluso en hechos no coincidentes, puesto que el parecido entre ambos nombres sólo es parcial. Este es un buen ejemplo de cómo tendemos a buscar conexiones entre elementos de cierto parecido, que en realidad no tienen nada que ver. A este fenómeno se lo denomina “correlación ilusoria”.

Me surge una duda, Pierre Teilhard, teólogo, filósofo y sacerdote católico tiene una obra titulada también, “El corazón de la materia”, pero sus argumentos son, evidentemente, diferentes, Teilhard une ciencia y religión. ¿Su novela es el contrapunto a la de Teilhard, o es sólo una casualidad, si es que las casualidades existen?

Su pregunta hila muy fino. Le diré que en una versión anterior de esta novela hablaba de las teorías de Teilhard, que siempre me han interesado mucho, pero acabé eliminando estas referencias cultas para no lastrar con excesiva erudición el ritmo de la trama (tal vez hice mal, nunca lo sabré). Considero a Teilhard un gran pensador y un pensador original. Si es posible unir ciencia y realidad mística y si hay una sola persona que lo haya hecho, ésa es Teilhard de Chardin. Su teología es muy abstracta y al tiempo lúcida. Preconiza la existencia de una forma de energía, de alma, que impregna hasta la materia inanimada. Su visión de Dios responde bastante bien a esa “inteligencia cósmica” a la que me referí más arriba. Sus teorías han servido de inspiración para la emergencia de corrientes espiritualistas de tipo New Age, desprovistas de fundamento, y para el llamado Nuevo Paradigma, o misticismo cuántico, que incurre en el delito de apropiación indebida de jerga científica. En fin, el título de mi novela es en cierto modo un homenaje a la obra de este gran pensador. Ya era hora de que alguien se diera cuenta, pues la obra de T. no es nada conocida.

Gracias a “El corazón de la materia”, me adentré en un mundo ciertamente desconocido para mí: el escepticismo. El poner en duda todo aquello que no tenga una evidencia, llegar a la verdad antes que creer sin más. Y resulta que me encuentro ahora con noticias del estilo: “los autobuses llevarán publicidad ateísta: “Probablemente Dios no existe. Disfruta de la vida”; el libro de Shermer, “¿por qué la gente cree en cosas raras?”, que proviene también del más puro escepticismo y, por supuesto su novela. ¿Hay una campaña en este sentido? ¿Están los científicos intentando llegar por fin a todos y salir de su enclaustramiento?

Nos ha ocurrido lo mismo. Como he dicho, su escritura me ha acercado al entorno de los escépticos activistas, que realizan una labor importante, tanto en la divulgación científica como en la lucha contra el fraude y la superstición, y en pro de la separación efectiva entre Iglesia y Estado.
La “gente” (concepto sumamente vago, lo admito) tiene una visión equivocada y simplista de los escépticos: creen que somos negacionistas, que lo negamos todo de plano y por sistema. No es así: el escéptico busca pruebas, exige argumentos, evidencias, averigua qué hay detrás, pero está dispuesto a creer si encuentra razones de peso. Es una mente abierta.
Hay muchos escépticos indiferentes, pasivos. Yo me considero un escéptico deseoso de creer, y eso me lleva a un cierto conflicto interior, un conflicto que me enriquece, porque genera tolerancia, curiosidad y búsqueda, las “tres virtudes teologales”del escéptico.
En cuanto a la campaña de publicidad ateísta de los autobuses, no es obra de Círculo Escéptico. De hecho, yo no estoy ni mucho menos seguro de que Dios no exista. Pero creo que es una campaña muy positiva para contrarrestar el poder mediático de quienes están empeñados en que los demás creamos en el Dios del Vaticano. El mensaje subliminal del anuncio es: “déjennos en paz de una vez, joder”.

¿Falta mucho para ver un nuevo proyecto literario de García-Valiño?

Escribo con mucha lentitud, porque cada proyecto de novela es un mundo al que me asomo, para aprender. Nunca escribo de lo que domino, sino que escribo para aprender sobre la marcha. Comparto la opinión de Carlos Fuentes cuando afirma que la novela es una eterna pregunta acerca del mundo. Esto, traducido a plazos, significa: “échale varios años”.

Sr. García, gracias por su tiempo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta la naturalidad con la que habla el autor, no es pedante. Parece gratamente humilde en cuanto al conocimiento de las cosas y sus creencias. EL libro valdra la pena leerlo. Y la entrevista le saca mucho jugo al Sr.Garcia-Valiño.

Anónimo dijo...

He leido el libro, es fantastico y muy recomendable. Tenia mucho interes en conocer mejor a su autor. Gracias por publicar esta entrevista.

Anónimo dijo...

Yo todavía no lo he leido, pero con estas críticas tan locuaces una vuelve a retomar la pasión por la lectura. Continuar así.